Carlos Sobera: «Me siguen pidiendo que levante la ceja 25 años después del ''50x15''»

Montse García Iglesias
Montse garcía SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Sandra Alonso

El presentador afirma que aceptó conducir «First Dates» para dar un giro a su carrera

29 abr 2024 . Actualizado a las 13:45 h.

Del acoso que sufría siendo un niño a decir no a sustituir a Mercedes Milá en Gran Hermano pasando por Al salir de clase. Carlos Sobera es un rostro habitual en la pequeña pantalla de las últimas décadas y ahora repasa su trayectoria en el libro A contracorriente (Espasa). «Es contar el sueño que siempre tuve de ser actor y el viaje que ello supone», detalla.

—Afirma que escribió el libro para contar su sueño, pero, ¿qué le llevó a hacerlo?

—La insistencia de la editorial. Yo siempre me había negado porque decía que había que tener cosas interesantes que contar para escribir un libro. Finalmente, me he traicionado y cedido a la presión (ríe). Al final, es un ejercicio bonito repasar la vida y contar el sueño que siempre tuve de ser actor y el viaje que ello supone porque puede servir de modelo a la gente que tiene un sueño.

—Un sueño que comenzó con John Wayne, que incluso lo rescató de alguna manera del «bulling».

—Yo nací en los 60 y en la televisión había muchas películas del oeste, que era el género menos comprometido, y de John Wayne, que para mí era una figura inspiradora.

—Su sueño comenzó a cumplirse a los 35 años y tras ser profesor de Derecho en la universidad. Se olvidó de ir a un examen, ¿fue en ese momento cuando definitivamente apostó por ser actor?

—Sí, entonces también hacía teatro, producía cine y trabajaba en la ETB... Ahí me di cuenta de que mi pasión me absorbía tanto tiempo que se me olvidaba todo lo demás, como era acudir a un examen. Comprendí que tenía que dedicarme solo y exclusivamente a lo mío.

—Respecto a ir a contracorriente, como dice el título del libro, recoge su no a presentar «Gran Hermano» o la aceptación de presentar el «50x15» cuando nadie quería. ¿Se arrepiente de algo?

—No, nunca me he arrepentido de nada. No por chulería, sino porque cuando decía que no a las cosas era porque o me gustaban otras o no me sentía preparado para hacerlas. Luego las hice pasado el tiempo con mayor madurez y mayor acierto, probablemente. Cuando he dicho sí, aunque luego haya fracasado el programa o el proyecto, yo he aprendido algo.

—¿Alguno podría haber cambiado su trayectoria?

—Pues no lo sé. Por ejemplo, ¿si en el 2002 hubiera aceptado sustituir a Mercedes Milá presentando Gran Hermano? Pues lo hizo Pepe Navarro y no le fue bien. Igual lo hubiese hecho yo, no era el momento y podría ser el fin de mi carrera. Lo que sé es que en aquel momento quería ser actor y por eso me negaba a presentar programas en el corto plazo. Aunque terminé no haciendo la serie que quería y volviendo a presentar, pues no me arrepentí de haber perdido la oportunidad.

—Hablando de series, recoge de manera especial «Al salir de clase», que dice que fue su laboratorio emocional más importante y con esas 800.000 pesetas mensuales.

—A mí me marcó la convivencia con los actores jóvenes. Se producía una circunstancia en la que éramos iguales. Yo con la serie me estrenaba como actor a nivel nacional y ellos también. Yo tenía 35 y ellos 23-24. Hicimos buena comunión, y conocerles y compartir las mismas ilusiones, esperanzas y medios fue muy constructivo.

—¿Sigue manteniendo contacto con Rodolfo Sancho, Elsa Pataky...?

—Sí, con Mariano Alameda, con Pilar López de Ayala...

—Cuenta que en «Al salir de clase» les pedía prudencia a sus compañeros. ¿Ese principio fue le marcó a lo largo de su carrera?

—Siempre. Yo tuve la fortuna de conocer el fracaso muy temprano. En el 95 empecé a presentar en ETB y en el 96 recibí un tortazo de vuelta y media en un programa que supuso mi total abandono de ETB durante bastante tiempo. Entonces, vi que Al salir de clase tenía un éxito tremendo, que los chavales jóvenes pasaron de ser grandes desconocidos a ser hiperfamosos en muy poco tiempo. Por eso les decía que se dieran cuenta de que la televisión y el éxito son efímeros..., que pasa el tiempo y te pueden olvidar.

—Y tras ello llegó el «50x15», ¿fue su despegue definitivo?

—Eso fue la locura. Fue un antes y un después en mi carrera, marcó un hito como concurso. Fue un programón y supuso un cambio brutal. La gente me conoció a nivel general y me cogió cariño haciendo aquel programa. Ha marcado toda mi vida, porque 25 años después la gente me ve y me sigue pidiendo que levante la ceja.

—Suma ocho temporadas con «First Dates». ¿Qué le llevó a aceptar una propuesta que poco tenía que ver con lo anterior?

—De hecho, mucha gente se preguntaba qué hace alguien con una imagen tan blanca, tan impoluta, haciendo un dating, metiéndose por esos derroteros. Pero yo pensé: «Tengo que pegar un cambio a mi carrera, que reinventarme y hacer algo que la gente piense que no puedo y no debo hacer, y sorprender». Cuando me ofrecieron hacer First Dates pensé: «Es una oportunidad que no puedo perder. Si hago esto seguro que voy a sorprender a más de uno». Lo hice, me encantó y sorprendí a muchos porque se dieron cuenta que podía hacer datings además de concursos.

—¿Cuál es el secreto de First Dates para mantenerse?

—El cásting.

 —También es un programa que en ocasiones despierta críticas.

—Hay gente que se rasga las vestiduras porque algún concursante habla con cierta espontaneidad. Pero, en general, es un programa muy blanco que, además, naturaliza mucho las diferentes sexualidades, incluso da visibilidad a diferentes formas de pensar, de vivir, de alimentarse...

—¿Tuvo algún momento especialmente complicado?

—Muchos. Pero aquí, como contactas con la vida real, te sorprendes. A veces es con humor, porque te dicen cosas que te hacen reír; pero, otras veces, te sorprenden porque dices: qué manera tan peculiar de pensar. Eso es lo que lo hace divertido, distinto y creo que su gran atractivo es ese.

—En el libro, ¿le costó mucho abrirse porque habla desde esos problemas de acoso infantil hasta esos fracasos o el problema de salud que tuvo su mujer?

—No. Además, cuando pensaba en contar cosas muy íntimas pensaba que era para mí un ejercicio de generosidad y gratitud hacia tanta gente que durante tantos años se ha abierto conmigo y me ha permitido presentar programas de televisión con su actitud a favor de obra. Era como pagar una deuda.

—Habla de sus fracasos, de esa posibilidad que tuvo de protagonizar «Ana y los siete», de Paolo Vasile llamándole... Está también contando los entresijos del mundo televisivo...

—No me costó, lo que sí es que hay algunas que no son contables. Es también una forma de mostrar como es el mundo que hemos vivido o estamos viviendo de la tele, las cosas que te pasan, las reacciones y emociones que te provoca. Me parecía bonito ilustrar el camino del sueño con todo esto tipo de anécdotas que alimentan el aprendizaje.

—Afirma que no mira mucho las redes...

—Solo lo hago a veces. Es que Twitter, ahora X, es un vertedero de basura en muchas ocasiones, hay mucha gente que vomita emocionalmente en ellas y tras el anonimato dice bestialidades. Yo apenas las he sufrido, supongo que por el tipo de persona que soy, pero he llegado a leer bestialidades, sobre todo de compañeras. Por eso le digo a los padres que tengan especial cuidado.

—Al final del libro recoge algunos consejos. Uno de ellos es que hay que tener en cuenta que el éxito es de todos, pero el fracaso, también. ¿Le culparon del algún fracaso?

—No, yo nunca tuve reproches. Pero yo lo decía por lo contrario. A veces hay presentadores que piensan que su trabajo es maravilloso y que es el programa o el equipo el que ha fallado. Por eso digo que no vale apuntarse el éxito como si fuera propio y dejar el fracaso para los demás. El éxito es de todos y hay que compartirlo, y el fracaso también es de todos y hay que asumirlo. Cuando un programa falla, no solo es porque la idea del formato no sea buena. También falla por ti, y hay que admitirlo. Hay que estar a las duras y a las maduras.

—Otro de los consejos: «No por un puñado de euros».

—A veces, la gente se ciega mucho con el dinero. Hay dos cosas que ciegan mucho, sobre todo a los que llegan: el dinero y la fama. Hay muchos que buscan el dinero y la fama de una forma rápida, y todo lo que llega así rápido se va. En la vida cuando eliges un trabajo, no tienes que hacerlo por dinero, sino por pasión, porque te gusta, porque es lo tuyo...

—¿Qué sueño le queda por cumplir?

—Este sigo cumpliéndolo, porque el sueño es hacer toda tu vida haciendo aquello que te gusta con lo cual el sueño nunca se acaba. Tengo sueños pequeños, como es el de aprender inglés, que lleva 60 años estudiando y no termino de hablarlo bien; y de recorrer el mundo, y de hacer un reportaje de culturas precolombinas, de vivir entre animales en Tanzania y de ver a mis hijas crecer...

—Y, ¿seguir escribiendo?

—Seguro que alguien inteligente lo evita.