Manuel Canosa: «Cando faleceu meu pai tiven unha crise de fe e decidín non ser cura»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

CORISTANCO

ANA GARCÍA

PERSONA CON HISTORIA | Fue durante 25 años el director del colegio público de Cee

04 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El padre de Manuel Canosa Fandiño (Lires-Cee, 1946) tenía solo 52 años cuando murió. Dejó esposa, ocho hijos menores de edad y la vía principal del lugar en el que todos habían nacido a medio reparar. También cambió completamente la vida del que fue durante un cuarto de siglo director del colegio Vila de Cee, que entonces era el Eugenio López. «Cando faleceu meu pai tiven unha crise de fe e decidín non ser cura», explica. «Non entendía como Deus permitiu que sucedera algo así, deixar unha familia abandonada», añade.

Él era el cuarto de los 13 hijos que tuvieron sus padres, el tercero de los que sobrevivieron. Solo quedaron 11. Además, con ellos vivían un abuelo y un tío soltero. Eran quince personas en una vivienda de Lires de la que todos salieron «moi traballadores e obedientes cos maiores».

Con semejante familia parece difícil poder enviar a un hijo a estudiar. «Eu debía ser o máis preguiceiro», dice medio en broma, y su madre había tenido un tío cura en Traba de Coristanco, por lo que acabó en el seminario.

Llegó allí en el año 60 y se quedó hasta el 71. Le faltaba un año para hacerse cura, pero ese plan se vino abajo. «Mandaron a miña nai unha carta dicindo que podía seguir a carreira de teoloxía, pero vivindo fóra do seminario», explica. Claramente lo echaron, pero con buenas palabras. ¿Qué hizo? «Non fixen nada. As veces non ía a misa, nin daba a catequese...», aclara.

Hubo que ponerse a trabajar y eligió A Coruña. Estuvo casi tres meses en el bar del Deportivo en la plaza de Santa Catalina, en San Andrés, hasta que se fue a la mili, a Melilla. A pesar del destino, el servicio militar fue tranquilo, aunque triste. «Estiven quince meses sen ir a casa», pero se encontró con un capellán que era de Santiago y lo ayudó. Se planteó estudiar allí magisterio, pero no había pagado el título de bachillerato y no pudo hacerlo. Fue al regresar que empezó la carrera y su primer destino fue Pontevedra, el Sagrado Corazón de Placeres. Durante algunos años se sucedieron una serie centros hasta que terminó en el San Vicenzo de Vimianzo, donde dio clases dos años, y de allí fue a Cee, para impartir tercero y cuarto de primaria. Se había de quedar hasta la jubilación, en el 2015, ya cerca de su casa. Antes del traslado definitivo a Lires vivió allí un par de años, durante la pandemia. Su esposa trabaja en un centro de salud y dado el riesgo decidieron separarse unos meses por seguridad.

ANA GARCÍA

En la parroquia ceense, «a mellor de todas», guarda Manuel Canosa todo su pasado. De allí eran su padre y su madre. A sus vecinos su progenitor llegó a prestar cuidados sanitarios, ponía inyecciones y curaba heridas. Había aprendido durante la Guerra Civil porque había sido destinado al cuerpo sanitario. No fue lo único que hizo por Lires, donde arregló carreteras y realizó numerosas obras. Dejó a medias una de las principales cuando apareció una mañana muerto en su cama apenas sobrepasado el medio siglo y con muchos hijos todavía por acabar de criar. Sin embargo, explica Manuel Canosa, los mayores fueron tirando por los pequeños.

Además de su familia, el colegio ha sido la verdadera pasión de Manuel Canosa Fandiño. Reconoce que su esposa le reñía en ocasiones por su extraordinaria dedicación. «Berrábame moito, pero eu non facía caso», dice.

Ahora disfruta de la jubilación y de su nieto, que tiene 19 días. Ya le ve parecido con él mismo a causa de su buen carácter. De todas sus cualidades considera que es la principal y la que más valora. «Sempre tratei ben ás persoas, non tiña que tratalas mal», dice.

«Se un sábado alguén precisaba un certificado ía ao colexio e facíallo» 

Manuel Canosa llegó al entonces colegio Eugenio López en 1987 para ocuparse de alumnos de tercero y cuarto de primaria. Apenas dos años más tarde ya asumía la dirección de un centro con unos 800 estudiantes, de los que 300 comían en el colegio gracias a una cocinera y una ayudante. «Pedía sempre», reconoce Canosa Fandiño. Así, demandando poco a poco fue consiguiendo notables mejoras, cambios de mobiliario, nuevos electrodomésticos en la cocina, renovadas instalaciones... El Eugenio López fue modernizándose y en el año del Prestige fue el primero de Galicia en ser informatizado al completo.

«Despois das clases os profesores quedabamos falando, non tiñamos présa. Os que viñeron despois, máis novos, xa non facían iso», explica. La dedicación de Manuel Canosa fue enorme. El primer año que estuvo de director pasó todo el verano ordenando el archivo ayudado por sus hijos. Hasta entonces era complicado encontrar un expediente. Compartió esas labores con docentes y alumnos y recuerda como se leía todos los días el Diario Oficial de Galicia, cuando solo existía en papel, y fotocopiaba cosas que pudieran interesar a sus compañeros. «Se un sábado alguén precisaba un certificado ía ao colexio e llo facíallo», recuerda. Solo había que llamarlo.

Otra de las costumbres que introdujo fueron las aperturas de curso institucionales, invitando a los alcaldes, «para que os rapaces os coñeceran». Aclara que todas estas mejoras hizo que aumentara mucho la matrícula. «Viñan veciños de Sardiñeiro e de outros lugares e mesmo xente que levaba aos seus fillos á privada», explica. Se fue en el 2015 como director honorífico.